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Sobre esta pieza

De las tres sonatas tardías, la primera, para flauta, viola y arpa, se destaca como la más debussiana. Su ambigüedad de armonía y forma, sus frases fragmentadas y vacilantes, y el uso casi puntilloso del color, guardan un sorprendente parecido con obras orquestales anteriores como La mer y Prélude à l'après-midi d'un faune. A su arpegio arpa de apertura se le une la acrobacia de la flauta; la viola se cuela al unísono con la flauta e introduce un tema desarticulado, soñador y acuoso. Una segunda sección es más ágil, con ritmos punteados y trémolos en la viola, y un aceleramiento del tempo. El Interludio es más pastoral que el primer movimiento de la "Pastoral", un verdadero retozo a través del prado con una melodía saltarina y despreocupada compartida por la flauta y la viola sobre un tapiz de arpa. El final añade un elemento ardiente a las ideas introducidas hasta ahora: El ritmo se acelera, la textura se hace más densa, la tesitura más baja. Añadido al tema basado en la pentatónica, el movimiento recuerda la influencia de los timbres y armonías orientales que tanto influyeron en su obra anterior. El propio Debussy reconoció las sombras del joven compositor en esta obra, y pareció lamentar su pérdida en una carta a Godet fechada el 11 de diciembre de 1916: "El sonido no es malo, aunque no me corresponde a mí hablarle de la música. Podría hacerlo, sin embargo, sin vergüenza porque es la música de un Debussy que ya no conozco. Es terriblemente triste y no sé si uno debe reír o llorar, ¿tal vez las dos cosas?"