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De un vistazo

Compuesto: 1776

Duración: c. 13 minutos

Orquestación: timbales y cuerdas

Primera actuación de la Filarmónica de Los Ángeles: jul 6, 1973, David Zinman dirigiendo

Sobre esta pieza

No fue hasta finales del siglo XVIII que los compositores comenzaron a afirmar su individualidad rompiendo los lazos que los hacían dependientes de la iglesia y la aristocracia para su sustento y su estatus profesional. De hecho, el propio Mozart hizo una dramática apuesta por la libertad personal cuando en 1781 le dio una patada en los talones a su poco apreciado (odioso) empleador, el Arzobispo de Salzburgo, y se hizo con la fama y la fortuna que esperaba en Viena. (En efecto, encontró algo de fama en la capital austriaca durante los diez años que le quedaban de vida, pero una fortuna lamentablemente pequeña). Pero antes de perder el coraje para la aventura vienesa, confió en el empleo en la iglesia, en los conciertos y en los encargos de música de los mecenas de la clase alta.

La música hecha por encargo para ocasiones particulares, públicas o privadas, era, por supuesto, una forma de vida para los compositores de esa época, y Mozart, como sus colegas, se esforzaba por complacer a sus clientes con productos despreocupados, brillantes, elegantes y entretenidos. El año 1776 encontró a Mozart ejerciendo su oficio con al menos dos serenatas de "pieza de fiesta". La más grande y famosa de las dos, la Serenata "Haffner", fue compuesta para una ocasión específica - la boda de la hija de un rico magistrado.

Si la presente obra fue escrita por encargo, se desconoce el comitente, y si fue para una ocasión, nunca ha salido a la luz. Pero como no es probable que Mozart compusiera la Serenata notturna simplemente para pasar el tiempo de la noche, debemos suponer que estaba destinada a alguna fiesta. En cualquier caso, los invitados seguramente se divirtieron con esta deliciosa obra, compuesta para dos pequeños grupos: una especie de concertino formado por dos violines, viola y bajo, y un tutti formado por cuerdas y timbales -¡sí, timbales!

Los resultados son desarmantes. El movimiento de apertura es una marcha "majestuosa" en la que las conversaciones entre los dos grupos están (cómicamente) puntuadas por la percusión. El minué y el trío son para el grupo sin percusión, mientras que el Rondo final vuelve a las dos pequeñas orquestas. En este último movimiento, Mozart se permite una - no, dos - pequeñas bromas interpolando en su transcurso primero un corto Adagio y luego un Allegro campesino. El efecto es encantador, aunque no conozcamos estas melodías interpoladas y por lo tanto no entendamos completamente el chiste. Sin embargo, podemos estar seguros de que su audiencia de Salzburgo sí lo hizo.

-Orrin Howard