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De un vistazo

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Compuesto: 1919

Duración: c. 30 minutos

Orquestación: 2 flautas (2ª=piccolo), 2 oboes, 2 clarinetes, 2 fagotes, 4 trompas, 2 trompetas, 3 trombones, tuba, timbales, cuerdas y violonchelo solista.

Primera interpretación de la Filarmónica de Los Ángeles: 12 de diciembre de 1968, dirección de Zubin Mehta, con Jacqueline du Pré, solista.

Sobre esta pieza

El nombre de Elgar y las Variaciones Enigma están inextricablemente unidos, pero quienes piensan en él como un compositor de una sola pieza sólo tienen que echar un vistazo a su amplio catálogo de composiciones en prácticamente todas las formas instrumentales y vocales para darse cuenta del alcance de la creatividad de este hombre.

El Concierto para violonchelo de 1919 fue la última obra orquestal a gran escala que Elgar estaba destinado a completar. Con algunas desviaciones de su norma, el Concierto va de lo adusto a lo más adusto, lo que creo que describe adecuadamente la breve introducción y el tema principal que le sigue.

La obra de cuatro movimientos comienza con un breve pasaje para violonchelo marcado con una de las directrices interpretativas favoritas de Elgar, Nobilmente. Este asertivo pero taciturno gesto musical, que vuelve brevemente en el segundo movimiento y también al final del Concierto, contrasta fuertemente con el austero y largo tema principal del movimiento propiamente dicho, interpretado por violas solas. Resignación y amargura parecen mezclarse aquí, con sólo vacilantes momentos de esperanza que entran en la atmósfera otoñal.

El primer movimiento está unido al segundo por un material rapsódico en el violonchelo que comienza con una alusión en pizzicato a la apertura del primer movimiento, y luego sigue un curso virtuosístico de movimiento perpetuo a modo de Scherzo.

Un movimiento lento breve, meditativo y de búsqueda precede a un final notable por los ricos contrastes que incluyen un tema principal energético, una cadencia acompañada y un retorno de parte de los materiales del movimiento lento, así como esa primera idea con la que comenzó el Concierto. Pero miren, después de toda la profunda melancolía que ha impregnado la obra, el final tiene sobre ella el tipo de bravuconería que dice mucho sobre la fortaleza británica, sobre la fuerza de "levantar la barbilla, seguir adelante" de ese pueblo. Es un buen y audaz golpe.

- Orrin Howard