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De un vistazo

Compuesto: 1959

Duración: c. 30 minutos

Orquestación: 2 flautas (2ª=piccolo), 2 oboes, 2 clarinetes, 2 fagotes (2ª=contrafagot), trompa, timbales, celesta, cuerdas y violonchelo solista.

Primera actuación de la Filarmónica de Los Ángeles: 26 de noviembre de 1959, dirección de Arturo Basile, con Mstislav Rostropovich como solista.

Sobre esta pieza

Los conciertos se han escrito tradicionalmente pensando en intérpretes específicos, y ninguno está más íntimamente asociado a sus protagonistas iniciales que los de Shostakóvich. Sus dos conciertos para piano fueron concebidos para sí mismo y para su hijo Maxim, respectivamente; los dos conciertos para violín, para David Oistrakh; mientras que sus dos conciertos para violonchelo se inspiraron en el sonido, el estilo y la personalidad del gran violonchelista ruso Mstislav Rostropovich.

El Primer Concierto para violonchelo se terminó en el verano de 1959 y fue estrenado en octubre siguiente por Rostropóvich y la Filarmónica de Leningrado, bajo la dirección de Evgeny Mravinsky, el favorito del compositor director de orquesta, que sólo unas semanas antes había presentado al mundo la Undécima Sinfonía de Shostakóvich.

Poco después del estreno en Leningrado, durante uno de los periódicos deshielos de la Guerra Fría, Rostropovich y el compositor viajaron a Estados Unidos para el estreno americano, con Eugene Ormandy y la Orquesta de Filadelfia.

El Primer concierto para violonchelo está marcado por un ingenio burlón que alterna con una abyecta melancolía, cualidades que mantuvieron a Shostakovich en una situación delicada con los comisarios culturales durante gran parte de su vida creativa. Pero al menos un importante crítico soviético detectó, sin concretar, "una bienvenida cepa de realismo soviético". A la obra se le permitió alcanzar su alto nivel de popularidad en su país sin impedimentos oficiales.

El movimiento de apertura fue descrito por su compositor como "un allegretto en el estilo de una marcha jocosa". Posee un sencillo lema rítmico de cuatro notas, esencial para toda la estructura del movimiento, que se retoma al final de la obra. La trompa solista desempeña un papel fundamental aquí y en gran parte del concierto.

El conmovedor movimiento lento, el más largo de la partitura, presenta un amplio tema de cantilena para el violonchelo al que responden los clarinetes, seguido de una melodía especialmente llamativa para los violines con sordina. El movimiento concluye con un dramático riff en diminuendo para el instrumento solista, que incluye inquietantes armónicos, a los que se une la trompa solista con el tintineo fantasmal de la celesta. Esto conduce sin pausa al tercer movimiento, una cadencia solista ferozmente exigente basada en temas de los movimientos precedentes. Éste, de nuevo sin pausa, nos sumerge en el sardónico y cortante final, que concluye con reformulaciones del material anterior a cargo de la trompa solista, luego los vientos agudos, el propio violonchelo, los timbales y, finalmente, todos los vientos, cuyos aullidos se ven interrumpidos por unos decisivos golpes de timbal. -Herbert Glass