Concierto Piano n.º 4 en sol mayor, Op. 58
De un vistazo
Compuesto: 1806
Duración: c. 35 minutos
Orquestación: flauta, 2 oboes, 2 clarinetes, 2 fagotes, 2 trompetas, 2 timbales, cuerdas y solo. piano
Primera actuación de la Filarmónica de Los Ángeles: 22 de febrero de 1924, Walter Henry Rothwell dirigiendo, con el pianista Ernst von Dohnányi
Sobre esta pieza
Beethoven comenzó el Cuarto Concierto Piano en 1805 y trabajó en él a lo largo de 1806. En marzo de 1807 lo interpretó en una función privada en el palacio de su mecenas y amigo, el príncipe Lobkowitz. Pero no fue hasta el 22 de diciembre de 1808 cuando lo tocó en público, en un concierto legendario en el que se estrenaron la Quinta y la Sexta Sinfonías, la Fantasía Coral y partes de la Misa en do. Al menos uno de los asistentes encontró la experiencia física y mentalmente adormecedora, y escribió: "Allí sáb. desde las 6:30 hasta las 10:30 en medio de un frío glacial, y descubrimos por experiencia que uno puede tener demasiado de algo bueno". Aunque hubiera habido calefacción, el concierto sufrió sin duda por la falta de ensayos y, en ocasiones, por la mala dirección de Beethoven. Por aquel entonces, Beethoven se estaba quedando cada vez más sordo, y la Cuarta es el último de sus conciertos que pudo interpretar desde el teclado.
Los tres movimientos del concierto son muy diferentes entre sí. El primero está escrito para cuerdas, maderas y trompas, sin trompetas ni timbales. Su inusual apertura comienza con el piano solista introduciendo un tema majestuoso y reflexivo construido sobre el ritmo corto-corto-corto-largo que caracteriza gran parte de la música del periodo medio de Beethoven. La orquesta entra inmediatamente con el mismo tema, pero en la sorprendente tonalidad de Si mayor. Beethoven utilizaba a menudo estas entradas en "clave incorrecta" y conseguía con ellas diversos efectos. En este caso, cambia instantáneamente el ambiente, como si las luces del escenario cambiaran de color.
En el segundo movimiento, los pasajes bruscos en octavas de las cuerdas (los vientos guardan silencio) son respondidos por suaves acordes del piano. Al final del movimiento, las cuerdas tocan armonías suaves bajo el piano, como si hubieran sido arrulladas. La escritura piano es extraordinariamente sutil y delicada. El piano más nuevo de Beethoven en la época en que componía tenía tres cuerdas para cada una de las notas superiores, como el instrumento moderno. A diferencia del instrumento moderno, su mecanismo de pedales desplazaba los martillos para que pudieran pulsar una, dos o las tres cuerdas, lo que proporcionaba un control extraordinario no sólo del volumen, sino también del color del tono: en una cuerda, su piano podía conseguir un timbre fantasmagórico, parecido al de una celesta. Beethoven pide "una corda" y "due corde" en el segundo movimiento. El intérprete de un piano cola moderno sólo puede aproximarse al efecto.
El Rondo final comienza en silencio, con una pequeña fanfarria de las cuerdas que empieza en Do mayor, antes de dar la vuelta hasta Sol. Después de que se haya escuchado dos veces, las trompetas y los tambores, por fin, hacen su entrada en una frenética explosión de sonido. -Howard Posner