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Sobre esta pieza

En la medida en que Mozart compuso para prácticamente todas las formas imaginables conocidas por un genio del siglo XVIII, no es sorprendente que haya escrito una sonata para dos teclados. La sorpresa es que no escribió la sonata para él y su hermana Nannerl como lo había hecho cuando produjo algunos duetos muy juveniles - cuatro manos a la pianovez. Estos dúos fueron presentados por los niños de Mozart para sus apariciones explotadas por el padre en salones importantes, así como su Concierto en Mi bemol para dos pianos de 1779 fue compuesto como un vehículo para el dúo hermano/hermana. En el caso de su única sonata para dos pianos - la presente obra - encontramos que la primera piano parte no estaba destinada a la hermana, sino a una cierta Josepha von Auernhammer que, si los chismes eran ciertos, perseguía a nuestro Wolfgang, en ese momento, en 1781, todavía soltero.

Si Wolfgang no le dio a su joven estudiante su amor, le regaló una joya y la oportunidad de interpretarla con él. Gracias, Fräulein, por despertar a su piano maestra para darle un regalo tan espléndido, un regalo que no ha dejado de darse. La Sonata, un ejemplo de Mozart en su forma más galante, no es menos admirable por ser estrictamente de entretenimiento; dentro del marco de su estructura clásica finamente elaborada está la música de pura alegría - grácil, cantarina, elegante y virtuosa. Una vez más, no es sorprendente que haya hecho una obra maestra su primera (y única) vez trabajando en la forma.

El primer movimiento se abre con octavas fuertes en ambos pianos, y éstas dan paso a un tema de típica ligereza mozartiana. Las escalas ascendentes, que se siguen y se superponen, establecen el patrón de deliciosa continuidad a lo largo del exuberante movimiento. El Andante es muy parecido al movimiento lento de un concierto de Mozartpiano , en el que el segundo piano actúa como orquesta acompañando el primer tema, similar a una canción, presentado por su pareja. El verdadero dúo regresa con una frase repetida y superpuesta que va de uno piano a otro. Aquí la textura es cristalina, como un camafeo, y la propia economía de notas es un reto para la ingeniosidad tonal de los intérpretes.

Un movimiento rondó de brío y entusiasmo lleva a la Sonata a un final emocionante. En sus páginas hay elementos del maravilloso humor de Mozart, incluyendo una sección de sabor gitano. Los contrastes son seductores, y la frescura de la obra es un testamento del ingenio pianístico y musical de Mozart.

Orrin Howard, que sirvió a la Asociación Filarmónica de Los Ángeles durante muchos años como Director de Publicaciones y Archivos, sigue contribuyendo al libro del programa.