Sinfonía No. 5
De un vistazo
Compuesto: 1936-1937
Duración: c. 45 minutos
Orquestación: 2 flautas, piccolo, 2 oboes, 2 clarinetes, clarinete en mi bemol, 2 fagotes, contrafagot, 4 trompas, 3 trompetas, 3 trombones, tuba, timbales, percusión (bombo, platillos, campanas de orquesta, caja, tam-tam, triángulo y xilófono), 2 arpas, piano, celesta y cuerdas
Primera actuación de la Filarmónica de Los Ángeles: 18 de febrero de 1943, William Steinberg dirigiendo
Sobre esta pieza
La Quinta Sinfonía fue escrita en un momento crítico de la carrera de Shostakovich, ya que por primera vez (y no la última) tuvo que enfrentarse al peligro del disgusto de Stalin. La ópera Lady Macbeth del distrito de Mtsenskcuya intensidad expresionista y brutal narrativa ofendieron al Gran Líder. En enero de 1936 Pravda dedicó una feroz columna a condenar la ópera. En el mundo de Stalin, esas críticas ponían en peligro la vida, no sólo la carrera, lo que explicaría por qué Shostakovich renunció a la exploratoria Cuarta Sinfonía en la que estaba trabajando y compuso en su lugar la Quinta.
Aun así, intentó resarcirse no con una cantata patriótica o una oda sicofántica, sino con una sinfonía, la más formalista de las formas, siempre un misterio para los responsables políticos soviéticos, ya que una sinfonía sin palabras no apoya específicamente al régimen. La Quinta Sinfonía, estrenada en noviembre de 1937, fue recibida con enorme entusiasmo y alivio, ya que poseía todas las cualidades necesarias para rehabilitar al compositor: un lenguaje musical sencillo y directo, melodías extendidas bien perfiladas y, sobre todo, una fanfarria positiva al final, que borra todas las sombras y dudas. Al mismo tiempo, posee una seriedad y una complejidad que la elevan muy por encima del nivel de autodesprecio anodino que podría haber sido su respuesta.
Shostakovich describió públicamente la nueva obra como "la respuesta de un artista soviético a la crítica justa". En privado, dijo (o se dice que dijo) que el final era un retrato satírico del dictador, deliberadamente hueco pero disfrazado de adulación exuberante. Shostakovich podía presentar un doble mensaje de esta manera, y está fuera de nuestro alcance establecer si los mensajes son verdaderos o falsos. El oyente debe leer en esta música cualquier significado que pueda encontrarse aquí; su fuerza y profundidad nos permitirán revisar nuestras impresiones en cada audición.
Las sombras de Beethoven y Mahler se ciernen sobre los dos primeros movimientos, el primero de los cuales hace gala de un gran ingenio en el control del tempo, pasando de lento a rápido y viceversa, y el segundo se enmarca en un lenguaje campechano, con trazas del espíritu jocoso de todos los scherzos. El tercer movimiento destaca por la calidad de la escritura de las cuerdas (los metales no intervienen) y su intensidad expresiva. Por el contrario, el final ofrece a los metales y a la percusión la oportunidad de desplegar sus músculos y transmitir el mensaje de... ¿qué? El triunfo en clave mayor, quizás; el orgullo de un régimen populista, quizás; la máscara de la alegría que oculta las lágrimas, quizás. El lenguaje de la música sigue siendo siempre inescrutable. -Hugh Macdonald