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De un vistazo

Escuche el audio:

Compuesto: 1825

Duración: c. 40 minutos

Orquestación: 1er violín, 2do violín, viola, cello

Sobre esta pieza

Como el Op. 33 de Haydn, tres de los últimos cuartetos de Beethoven son "rusos", ya que fueron encargados por un noble ruso. El Op. 132 fue el segundo de ellos que se compuso, aunque el tercero fue publicado antes que él y por lo tanto lleva el Op. 130. (El Op. 131 es otro cuarteto, en el que Beethoven trabajó más o menos al mismo tiempo, sin un encargo específico). Pero el Op. 132 va mucho más allá de los límites del mundo de Haydn, tanto en la forma como en la expresión.

Beethoven se abre con un gran movimiento que es un mundo en sí mismo, expandiendo los contrastes temáticos y las jerarquías tonales de la forma tradicional de "sonata" en todas las direcciones, incluyendo una lenta introducción que lo vincula al Op. 131 y al Grosse Fuge.

El segundo movimiento es un scherzo en todo menos en el nombre, aunque poco comúnmente melancólico en las partes del marco y el humor de su sección media de otro mundo en sus texturas extrañas.

En el centro de esta creación completamente idiosincrásica está uno de los movimientos más famosos y profundamente personales de toda la literatura de cuartetos. Beethoven cayó gravemente enfermo mientras trabajaba en este cuarteto en la primavera de 1825. Inscribió su lento movimiento con las palabras, "Himno de Acción de Gracias a la Divinidad de un convaleciente, en el modo lidio". El modo Lidio es uno de los antiguos modos de la iglesia de canto gregoriano, uno que suena casi como una escala mayor, pero lo suficiente como para impartir un aire antiguo al sublime coro de Beethoven. Luego una sección vigorosamente puntuada marcada "Sintiendo una nueva fuerza" trastorna el ensueño reverencial, y se alterna con él hasta que la melodía del himno regresa al final con un nuevo acompañamiento, marcado "con el más íntimo sentimiento".

Beethoven nos hace descender rápidamente a la tierra con una breve y ruidosa marcha, que podría escucharse como un segundo scherzo, o como una introducción al final, al que la marcha está unida por un poco de recitación instrumental. El imponente final es rápido y apasionante, más canción que danza pero con mucho ritmo y compás.