Saltar al contenido de la página

Sobre esta pieza

Mientras investigaba para "La vida secreta de los planetas", me sorprendieron las características únicas de cada planeta y su personalidad inherente. Escribí canciones que daban a cada planeta una forma humana, imaginando historias de un grupo de desarrapados que, como nosotros, son imperfectos, idiosincrásicos, solitarios y albergan secretos. Tal vez fuera el encierro: mirar por la ventana al cielo nocturno, unido a ver tan poca gente, me llevó de forma natural a transmutar los cuerpos celestes en compañeros humanos. Durante los interludios y las transiciones, introduje un alijo de ruidosos e imprevisibles sonidos interplanetarios grabados por la NASA, añadiendo a la mezcla un ruido específico del lugar, que siempre ha sido un elemento importante en mi trabajo.

Este ciclo de canciones tiene su propia historia de origen: está extraído del "concertus interruptus" que abría "La guerra de los mundos", la ópera de 2017 dirigida por Yuval Sharon. Este imaginario "Ciclo de los Planetas" fue interrumpido repetidamente, y no sobrevivió al primer ataque marciano. Me lo pasé en grande escribiendo esas piezas; me inspiré en la emisión radiofónica original de 1938 de "La guerra de los mundos", que contaba con bandas de baile que se retransmitían en directo desde los salones de baile de los hoteles de Nueva York. En nuestra ópera de 2017, hice referencia al ambiente crepitante de esas orquestas de radio aleatorias, con números de baile inventados que cambiaban a través de un ciclo de estados de ánimo interplanetarios. En esta obra de 2022, imaginé lo que podría haber sucedido si el ciclo de canciones hubiera continuado, sin ser interrumpido por marcianos, meteorólogos y generales. Volví a revisar las piezas, las pegué, amplié y adapté algunas secciones, añadí interludios y transiciones, y compuse algunas canciones completamente nuevas. Como reflejo de mi propia mezcla, la música incorpora humor, oscuridad, grabaciones ruidosas del espacio exterior y música de baile. Las canciones se inspiran más en la música popular, las emisiones de radio y el ruido que en la tradición de la canción artística europea. Este ciclo de canciones será estrenado por el dinámico dúo formado por Hila Plitmann, tremendamente virtuosa en su papel de voz del marciano, y James Hayden, nuestro querido crooner. El fantástico David Bloom dirigirá el New Music Group de la Filarmónica de Los Ángeles.

"Mercury" sirve como tema de apertura, una obertura que da el pistoletazo de salida con un torbellino instrumental de samples de ritmo rápido que rinde homenaje a dom.Ra, King Tubby y algunos sonidos de ciencia ficción de síntesis analógica.

"Venus" emplea a James Hayden como la contrapartida moderna de un crooner de salón. Canta una balada sobre Venus, que anhela escapar de su solitaria existencia planetaria, sólo para acabar leyendo "The Hollywood Star" (un periódico de cotilleo con nombre astronómico que se publicaba en el sótano del edificio de apartamentos de Los Ángeles en el que vivía hace años). La soprano interviene, mostrando un destello de su salvaje virtuosismo y su personalísima interpretación de estos planetas.

"Earth" es una conversación sobre el rápido deterioro de nuestro planeta, llevada a cabo por la soprano y el bajo con creciente desesperación. El bajo no tiene ni idea, y la soprano, a pesar de su sabiduría y paciencia, se molesta cada vez más. "Earth" hace uso del extraordinario órgano del Disney Hall, centrándose en sus viscerales y psicodélicas bajas frecuencias terrestres, como un ritual terrenal que se ha ido al traste.

"Marte" cuenta con la visita de un marciano, en forma de los salvajes y virtuosos estilos interplanetarios de Hila Plitmann, que fueron una fuerza motriz en "La guerra de los mundos". La artista busca información en su planeta natal sobre sus posibles formas de vida ocultas, preguntando a Marte si "esconde su vida secreta bajo su gélido exterior".

"Io" es un interludio que incorpora sonidos de relámpagos en Júpiter, ondas de plasma y tonos de silbidos, tomados de los datos recogidos por la Voyager. El bajo entona los nombres de las cuatro lunas más grandes de Júpiter: Io, Europa, Ganímedes y Calisto. Fonéticamente, podemos decir "io" (pronunciado "debo") un planeta, porque nadie quiere cantar sobre Urano.

"Júpiter" presenta el perfil del gigantesco matón envejecido de la galaxia, que, al final, se revela como otra estrella fallida. Me inspiré en la investigación de Konstantin Batygin, que sostiene que la "gran torsión" de Júpiter podría explicar el enorme agujero en el corazón de nuestro sistema solar, y que la espiral hacia adentro de Júpiter creó un derby de demolición interplanetario de mundos fragmentados que se arremolinan y colisionan. Yo veía a Júpiter como un boxeador cósmico que pensaba que el mundo entero giraba a su alrededor y que cualquier planeta que se interpusiera en su camino no tenía ninguna posibilidad. Los armónicos cambiantes de las cuerdas representan las órbitas cambiantes de las 79 lunas de Júpiter (y en aumento).

"Neptuno" es un breve interludio instrumental. Los multifónicos de los vientos bajos y los metales se hacen eco de la atmósfera espesa y ventosa de Neptuno. Los instrumentos se apiñan para crear una espesa red de sonidos en un planeta oscuro, frío y muy alejado de la dom., acompañados de grabaciones de ruidosas ondas electromagnéticas procedentes de Ganímedes, la mayor luna de nuestro sistema solar.

"Saturno" revela la suciedad que hay detrás de este sueño planetario. La icónica forma de los anillos de Saturno es el planeta más lejano visible a simple vista. A pesar de su prístina apariencia, esos anillos esconden escombros y óxido, como un diamante que acumula polvo, desde partículas tan pequeñas como el humo de un cigarrillo, hasta tan altas como una encuesta telefónica. El ciclo de canciones se cierra con reflexiones sobre el estado de nuestro propio planeta: nuestro cuerpo celeste se desliza, se escapa.

Gracias a la LA Phil y a todos los músicos, Hila Plitmann, James Hayden y David Bloom por formar parte de este proyecto y por sus inestimables contribuciones. Dedicado a mi madre, Phyllis Gosfield, 1929-2020.